Literatura y lucha de clases. Comunismo del hombre solo de Fedor Galende (Viña del Mar: Catálogo, 2016)

Literatura y lucha de clases

Comunismo del hombre solo de Fedor Galende (Viña del Mar: Catálogo, 2016)

Al finalizar nuestro seminario sobre Línea de sombra e infrapolítica que acaeció en el marco de la American Comparative Literature Association (ACLA), en Harvard, el pasado mes de marzo, una pregunta que se coló, de refilón, entre las mesas, y que expresaba más bien un cierto lugar común de sospecha y marcada desconfianza con el trabajo asociado a la cuestión infrapolítica, fue la pregunta por la “lucha de clases”. Lo que estaba en juego con esa pregunta no era simplemente devolver a la discusión una cierta preocupación por la historia efectiva, olvidada o desplazada por las infinitas sutilezas de un debate que se hacía poco transparente y poco hospitalario al sufrimiento del mundo. Había lago más. Se trataba de enmendar el camino y mostrar que la infrapolítica resultaba improductiva a la hora de pensar los problemas reales que traman el mundo, y en él, las desgraciadas biografías de sus habitantes. Ojalá todo fuera tan fácil, y el comunismo resultara ser el efecto automático de una preocupación candorosa por el “otro”. Pero no. Lamentablemente la tarea distintiva de la infrapolítica pasa por suspender esos automatismos y poner en suspenso las homologaciones empáticas. Advertida ya de la condición contraproducente de la empatía, la infrapolítica no sabe, pero sospecha de las grandes declaraciones y de las formas monolíticas e identitarias del discurso. Y por eso, más que la restitución de la lucha de clases como motor de la historia, la pregunta infrapolítica sospecha de la lucha de clases como forma histórica de la tesis del conflicto central, misma que estructura el horizonte onto-teológico occidental. Desde esta inquietud, la lucha de clases en sus formulaciones más militantes y sentidas no repara suficientemente en su función catecóntica, función que le permite amortiguar, neutralizando, la intensidad discontinua de las múltiples luchas sociales.

En efecto, para un sabueso infrapolítico, la lucha de clases aparece como una hipótesis de contención que no solo postula a las clases como entidades constitutivas de la historia, sino también organiza el estriado campo social, desde lo biográfico hasta los grandes fenómenos de masas, en la lógica identificadora y subjetivante del conflicto central. Y allí, desde las investigaciones historiográficas de E.P. Thompson en la Inglaterra de mediados del siglo XX, hasta la noche proletaria traída a luz, recientemente, por Jacques Rancière, lo que destaca es la misma incomodidad de la vida obrera, como todo vida, de ceñirse al mandato normativo de una identidad, más allá de los ribetes heroicos con los que se escriba su historia. La vida obrera, nos indica Rancière, hay que mirarla en su exceso nocturno, no en su ajuste normativo a un modelo, sino en plena noche, donde los trabajadores asisten a la escena de una desnudez esencial y experimental, que consiste en abandonar los ropajes sociológicos que le dan una posición y una identidad, y aventurarse en los juegos literarios y funámbulos del bar como escenario a contrapelo de la militancia. Y uno podría pensar así, de vuelta, la literatura obrerista desde Los de Boedo, pasando por Arlt, hasta Manuel Rojas y Gonzáles Vera, para hacer aparecer esa vida ya des-investida del romanticismo que reviste de oro revolucionario la humilde vida proletaria.

En ese marco, donde las luchas se multiplican más allá de la hipótesis del conflicto central, y donde la biografía ya no remite a una obsesión burguesa con el sujeto, sino que refiere a la ilógica economía de los restos que arman la posibilidad de “una vida cualquiera”, aparece el ensayo de Galende, dedicado a desentrañar, como desatento buceador intempestivo –aún a pesar de si mismo- la forma en que la leve tonalidad azul de las películas de Aki Kaurismäki develan el delicado transcurrir de la sobrevida, más allá de los tonos monumentales de la historia. Los personajes de Kaurismäki, sostiene Galende, son huérfanos de la Historia, deambulan por el mundo en una forma no identitaria de comunismo; se buscan como perros tuertos, para reconocer en la averiada condición de la mirada el horizonte sin atributos de una comunidad sin ligaduras. Es como si el cine –y quizá esta era la obsesión que llevó a Benjamin y Kracauer a nunca darlo por muerto- hubiese hecho posible la vida más allá de la ontología. Algo similar nos indica el cineasta iraní Abbas Kiarostami: “filmar es ensayar una posibilidad en el no-ser, en el dejar de ser, donde la imagen ya no da cuenta de la fuerza del mundo, sino que fluye con ella sin quedar atrapada en su dique”. El libro de Galende apuesta entonces, y esta es una decisión de escritura, pues lo que gana es paradojal: desocultar la trama de ser como una inmersión en la pérdida. Vivir es perder, parecen decir los personajes de Kaurismäki, sin desesperar de la perdida.

No es menor entonces el gesto de este ensayo, que restituye un uso común de la palabra comunismo, pero ya sin remitirlo a ningún atributo. Hombres sin atributos, como diría Musil, que extraviando la mirada en el cielo, parecen apostar por un nuevo clima de la historia. Hombres sin pasado, muchachas pobres, tristes, ya sin melancolía. El comunismo no es una finalidad ni un mazazo de la historia. Es el resultado de una cierta serenidad que acepta el devenir material de los días. Vivir es envejecer, pero en el envejecer se abandona la fuerza y su principio, haciendo posible un abandono del discurso sacrificial de la historia. Tendríamos nosotros que preguntar, entonces, qué hace posible un ensayo como esté, no solo en el vórtice conceptual de una escena intelectual dedicada a desentrañar las claves de la historia (Chile), sino acá (USA), en medio de la máquina semiótica universitaria que prohíbe y reprime este tipo de experimentos. Si la infrapolítica es una desistencia insobornable con respecto a los énfasis de la escritura académica, encontramos en este libro un ejercicio digno de considerar. Incansable lector, sabueso derrochador!

Sergio Villalobos-Ruminott

2 thoughts on “Literatura y lucha de clases. Comunismo del hombre solo de Fedor Galende (Viña del Mar: Catálogo, 2016)

  1. Y estas que das, Sergio, son también muy poderosas razones para encontrarle su pleno sentido, y su carácter insurgente, al suplemento posthegemónico de la reflexión infrapolítica. Estar en posthegemonía es rehusarse al poder del conflicto central a favor de las múltiples intensidades existenciales de una vida, la común y corriente, la nuestra en cada caso, y de hacerlo además en nombre de la resistencia a toda captura. La pregunta que siempre se plantea en relación con la infrapolítica, es decir, para qué sirve eso, de dónde la necesidad del prefijo, podría invertirse: la política es en cada caso la captura capitalizante de la vida infrapolítica. Y esa es la definición de política que decide también por qué esa palabra debe caer bajo sospecha, y no sólo en general, sino siempre en cada caso, a cada uso.

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